10 de marzo de 2024

Adiós, pero no al periodismo

El periodismo tuvo su edad de oro con los periódicos que le dieron nombre: fue durante casi todo el siglo XX, pero más precisamente podría ubicarse entre 1910 y 2010, para respetar lo del siglo. A principios del siglo pasado nacieron los diarios de gran circulación, gracias a la coincidencia de tres factores: la alfabetización generalizada de la población; la rotativa que permitió imprimir a gran velocidad usando rollos de papel en lugar de láminas; y la linotipia que jubiló a los tipos móviles. Durante esos 100 años el soporte rey de todas las noticas fue el papel y quienes compraban papel, imprimían papel y vendían papel impreso explotaban unas industrias enormes y un gran esfuerzo logístico pegado a la redacción, como se llama en castellano al espacio donde trabajan los periodistas, redactores al fin y al cabo, que era y es todavía un espacio pequeño en relación al dinosaurio que escupe papel impreso encerrado en el taller de al lado.


El periodismo no está en crisis, lo que está en crisis son los periódicos, pero eso tampoco es una novedad. Los antiguos medios –El Territorio es uno de ellos– ya no son diarios sino marcas formidables que certifican el periodismo de sus plataformas. La esencia del negocio del periodismo nunca fue imprimir papel: papel era lo que había y sirvió de soporte durante algunos siglos, especialmente en el último, en el que se sumó la publicidad y volvió millonarios a los dueños de la industria que compraba, imprimía, transportaba y vendía papel impreso.

El periodismo sigue intacto y cada vez más saludable porque ya no depende de grandes sumas de dinero para solventar esa complicada logística y alimentar su dinosaurio con toneladas de papel y hectolitros de tinta a gran velocidad. El soporte barato ha reducido la escala de las empresas periodísticas, pero no su esencia.

Hoy lo caro ya no es el papel ni la logística, no porque sean baratos (son carísimos) sino porque ya no sirven como soporte a la publicidad ni al periodismo. Hoy lo caro del periodismo es la información y lo barato es la opinión; y es una de las mejores noticias para la profesión.

Caro es averiguar qué pasó y barato, o gratis, es pedir opinión sobre lo que pasó. Cuando digo averiguar qué pasó estoy diciendo conocer la verdad hasta sus últimas consecuencias y no solo lo que aparece como verdad. Periodismo no es decir lo que otros dicen sino averiguar si lo que otros dicen es verdad o mentira. Periodismo es investigar lo que hay detrás de la cortina; conocer la historia que se esconde debajo de la alfombra; las causas poco naturales de lo que vemos como natural; las intenciones que mueven los hechos que parecen fortuitos; los intereses escondidos, buenos o malos de los acontecimientos. Y para todo eso no hace falta papel sino talento, dedicación, pasión por la verdad, paciencia... y mucho coraje.

Ayer salió la noticia de mi designación como Consejero de la Entidad Binacional Yacyretá. Por ser incompatible con la dirección de El Territorio, he renunciado a partir del pasado 1 de marzo a mi condición de Director, tanto de los medios como de la compañía editora (El Territorio S.A.I.C. y F.). Quise redactar una despedida de esta columna, que se publica cada domingo desde julio de 2013, pero salió un testamento sobre el periodismo que pretendo siempre como aporte de El Territorio al desarrollo, en Unión y Libertad, de la Argentina, de Misiones, de Corrientes y de todos los lugares del mundo a donde hoy llega el periodismo de El Territorio en sus variadas plataformas, que superan con creces al dinosaurio de papel que quizá tiene ahora en sus manos.

Y prometo seguir diciendo periodista cuando me pregunten la profesión.

3 de marzo de 2024

Tranqui con el castellano

En su habitual rueda de prensa diaria, el vocero de la Presidencia de la Nación anunció el martes pasado que el Gobierno había decidido prohibir el uso del lenguaje inclusivo en todos los documentos oficiales, y agregó que la decisión incluye a todo lo referido a la perspectiva de género. No se va a utilizar más en los documentos públicos la letra e para referirse a los dos sexos, como en todes; tampoco se va a usar la arroba para ese fin, como en tod@s; ni la x, como en todxs. También puntualizó que en la redacción de esos escritos se evitará la innecesaria utilización del género femenino, como en todos y todas. Lo de la perspectiva de género implica retirar de los programas escolares la temática de género, opuesta a la visión natural del sexo –varón o mujer– que todos recibimos desde nuestra concepción.

Ni lerdo ni perezoso, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ordenó el miércoles que se excluya de los programas de la educación pública la perspectiva de género en su país. Diera la impresión de que la noticia de la decisión del gobierno argentino le despertó la inquietud, pero parece más bien la expresión una tendencia que estamos empezando a ver en nuestra América y en el mundo.

Fuera de las consideraciones ideológicas entre la izquierda y la derecha, progresistas y conservadores, libertarios y estatistas, neoliberales y populistas y otras oposiciones que pueden volver eterno este párrafo, quiero hacer una pasada por los vaivenes de la historia.

Los hippies de los años 60 del siglo pasado parecían muy modernos porque tenían el pelo largo; todavía se ven hippies viejos, esos que no supieron salir del hippismo a tiempo y siguieron toda la vida con su pinta pasada de moda. Los reyes y nobles de la Edad Media usaban el pelo tan largo como los hippies, y algunos también se ponían ropa tan estrafalaria como ellos. La generación tatuada parece muy moderna, pero los tatuajes son más antiguos que la miseria. Los aros en los varones son tan antediluvianos como los tatuajes y el piercing, que usan hace milenios los bosquimanos y otras tribus silvestres africanas, asiáticas y americanas. Dejarse el pelo largo o raparse, usar barba o afeitarse, tatuarse o usar piercing son tendencias tan efímeras como cualquier moda. No inventamos nada, todo es reciclado, refrito, recalentado...

 
Es que la historia es cíclica, pendular: va y viene. Ya lo decía Giambattista Vico en el siglo XVIII: explicaba que la historia va y vuelve, pero lo que no decía es que avanza en el tiempo, como un tirabuzón o un resorte. Es que la cadencia circular de la historia no es plana: tiene tres dimensiones, como un sacacorchos. Y además de avanzar en círculos, va cada vez más rápido porque el tiempo se acelera.

Lo que estamos viendo en el caso de la decisión de los gobiernos argentino y salvadoreño es el extremo de una de esas vueltas. Ahora el péndulo empieza a caer para el otro lado y va a ser inexorable y bestial porque antes nos pasamos de la raya para el lado opuesto. Vamos del lenguaje inclusivo al castellano ortodoxo, y con el tiempo volveremos a alguna pavada que se le ocurra los que se creen muy modernos, y después de nuevo al castellano medieval del Cid Campeador.

Lo que es una estupidez del tamaño de una catedral es obligar a decir o escribir palabras o prohibirlas. Se entiende que ahora las prohiban porque antes nos obligaron, pero sigue siendo una estupidez tanto una cosa como la otra. El idioma es lo más democrático que hay: lo hacemos los hablantes hablando. Obligar a hablar o escribir en inclusivo es tan estúpido como prohibirlo. Mejor dejemos tranquilo al castellano, que se las arregla solo.