7 de enero de 2024
Plantas como mascotas
Decía hace un mes en este espacio que un día, que ojalá no sea tan lejano como para no verlo, los árboles convertirán a Posadas y a las ciudades y los caminos de Misiones en un atractivo turístico de valor incalculable. Pero todo eso ocurrirá si entendemos que los árboles son una inversión en sombra y por tanto en salud; también en belleza, paisajes, frescura y, por supuesto, en turismo. Pero es mucho más que sombra lo que necesitamos de las plantas.
Hace, pongamos 300 años, los perros que nos acompañan desde los confines de la historia trabajaban casi tanto como los caballos y a la par de sus amos. Cuidaban las casas, arriaban ganado, ayudaban en la caza o iban a la guerra como un soldado más. Las legiones romanas peleaban con perros y también la conquista de América se hizo con canes tan conquistadores como sus dueños. Las razas se distinguían y se buscaban por sus utilidades, y su fidelidad era tan valorada como ahora. Los gatos son otra historia, pero también nos acompañan, y cada vez son menos enemigos de los perros. Además de los propios, los de la familia, siempre hubo perros y gatos de nadie: cimarrones, callejeros, silvestres o asilvestrados; lo que no perdieron nunca es su condición social que comparten con el género humano: con nosotros evolucionaron hasta sentirse tan cómodos como nosotros con ellos y muchos siguen trabajando, especialmente con las fuerzas de seguridad.
Hace menos tiempo, quizá en los últimos 50 años, los perros y los gatos pasaron a ser mascotas tal como hoy entendemos esa palabra: animales de compañía, parte de la familia. Dejaron de comer las sobras de las casas y pasamos a comprarles comida casi tan cara como la nuestra. Proliferaron las tiendas y las góndolas de supermercados dedicadas a las mascotas. Les ponemos nombres de hijos, llevan apellido y hasta se parecen a sus amos que ahora llamamos padres. Les hablamos como si nos entendieran; los vestimos, les hacemos regalos, celebramos sus cumpleaños; los bañamos, van al médico, les damos remedios, los operamos si hace falta, los enterramos en cementerios y quizá nos pasamos de la raya cuando los mutilamos o los clonamos. En países más desarrollados y ricos ocupan asientos en los transportes públicos con el mismo derecho que las personas, y gastan en ellos más que la suma de 30 humanos de regiones más pobres. En muchos lugares del mundo hoy es delito maltratar a cualquier animal, cosa que hace esos mismos 50 años no estaba penado por ninguna ley. Hay algunas exageraciones, pero nada especialmente reprochable: respetar a los animales es clara señal de humanidad.
Todo lo dicho se aplica al reino vegetal. Las plantas son sustento y son remedio, y no existiríamos sin ellas. Algún día las respetaremos como hoy respetamos a los animales y serán protegidas por las leyes porque son un activo tan valioso como un quirófano. Como al ganado podemos cultivarlas para nuestra subsistencia y como a las mascotas las necesitamos para nuestra compañía.
Tenemos que cuidar las plantas si nos queremos cuidar a nosotros, porque son esenciales para respirar, para curarnos de mil enfermedades y para que el clima no haga estragos en el planeta. Con los adelantos tecnológicos de hoy y los que vendrán, podemos vivir debajo de una selva vegetal mucho mejor que lo hacemos en la jungla de cemento.
Hay que empezar de una vez, porque cada día que pasa está más claro que es cuestión de tomar conciencia individual y colectiva, seguros de que esa conciencia es la que cambiará el planeta en el que convivimos con animales y vegetales, y que será la más provechosa política de medio ambiente de nuestros gobiernos. Pero además pueden convertir a Misiones en un verdadero paraíso, para que lo disfrute todo el mundo.