No soy partidario de ponerle adjetivos a la profesión, pero le recuerdo algunos relacionados con el área de cobertura del profesional, como periodismo deportivo, político, económico, turístico, religioso, policial, agropecuario, de espectáculos... También están los ideológicos, como periodismo militante, independiente, cívico, ciudadano... El periodismo de investigación y el de datos son una tontería que supone que el periodismo a secas no investiga o que sus datos son borrosos. Algo parecido pasa con los periodismos de género o lenguaje: periodismo de opinión, de crítica, de panel, comentarista, gráfico, radial, digital, televisivo, fotoperiodismo... Y dejo para el final los adjetivos para los vendeplumas, como el booked journalism del mundo anglosajón (el que paga por las primicias); pero habría más, como periodismo mercenario, faldero, ensobrado, chupamedias, pelotillas, lamebotas, chivo, quiosco, chapuza... bueno, mejor no sigamos.
Pienso que no deberíamos llamar periodismo al que viene con adjetivos que rebajan la calidad de su verdad o su respeto por la realidad, porque esa calidad y ese respeto son esenciales a la profesión. Por eso mismo basta y sobra con el periodismo a secas, sin más vueltas ni adjetivos. Aclaro que el que tiene que ver con el área de cobertura casi siempre es temporal, ya que pasamos de una sección a otra y se acaba el adjetivo, así que tampoco por ahí.
Volviendo al artículo de Ruiz, hay que decir que después de muchos años del paradigma de la asepsia hemos caído en la cuenta de que el periodismo no debe ser distante de los problemas, de las mentiras, de la corrupción, de la inseguridad, de la pobreza, o de la violencia y de muchas otras lacras humanas. El periodismo debe involucrarse con la realidad, porque es parte de esos problemas y parte de su solución.
La otra consecuencia del Día del Periodista fue el debate generalizado entre los profesionales preocupados por la precariedad laboral o por los bajos sueldos, ni más ni menos que las consecuencias de la crisis económica que afecta a todas las profesiones, a todos los salarios y a todas las industrias. El periodismo es una pasión, es el arte afiebrado de buscar la verdad, encontrarla contrarreloj y expresarla con maestría. El dinero es lo que menos nos importa, aunque haya una industria que explota esa pasión y de algo haya que vivir. Y está confirmado por muchos casos que cuando un periodista decide ser a la vez periodista y empresario, entonces se pierda una de las dos condiciones.
Nadie es periodista para ganar dinero sino para buscar apasionadamente la verdad –esa verdad que todos necesitamos como el aire para respirar– aun a costa de sufrir las consecuencias de enfrentarse con el poder, porque la verdad molesta a quienes la esconden, que casi siempre es el poder en cualquiera de sus formas. Eso es el periodismo, sin adjetivos.