7 de mayo de 2023

Un pueblo ignorante elige tiranos

En la Argentina el voto es universal, secreto y obligatorio desde la sanción de la ley 8.871 del 10 de febrero de 1912. Se la llama Ley Sáenz Peña por su promotor, el presidente Roque Sáenz Peña, pero fue sancionada por el Congreso de la Nación, como corresponde. En esa época todavía a nadie se le ocurría que las mujeres pudieran votar, así que no se las incluía dentro del concepto universal y recién pudieron hacerlo por primera vez el 11 de noviembre de 1951. La ley 13.010 del voto femenino es de 1947, pero llevó cuatro años el proceso de crear el Registro Civil, ya que hasta ese entonces solo la Iglesia llevaba algún registro de nacimientos y el padrón de los varones era cosa de las Fuerzas Armadas. En ese lapso se les otorgó partida de nacimiento y libreta cívica a las 4.222.467 mujeres, que se sumaron al total de 8.623.646 electores de 1951. Durante 60 años, desde 1951 a 2011, las mujeres votaron en mesas distintas de los varones; y por disposición del artículo 4 de la ley 13.010 no se consignaba el año de nacimiento para no deschavar su edad. Eva Duarte, la gran impulsora de la apertura de este y otros derechos para las mujeres votó en el Hospital Presidente Perón de Avellaneda. Evita estaba internada por una operación para intentar extirpar el cáncer de útero que se la llevó el 26 de julio de 1952.

 
¿Cómo era el voto antes de 1912? La Constitución de 1853 no estableció ningún mecanismo electoral. Lo hizo la ley 140 de 1857, basada en principios consagrados por Juan Bautista Alberdi. El voto era nominal, facultativo (no obligatorio) y público (no secreto). Se votaba de viva voz o por escrito, pero los votos en papel eran leídos en voz alta en el momento del escrutinio. Podían votar los varones mayores de 21 años. No podían votar los sordomudos, ni los extranjeros, ni los eclesiásticos, ni los habitantes de los territorios nacionales que recién pudieron hacerlo junto con las mujeres en 1951. Se votaba por una lista de candidatos y la que sacaba más votos se llevaba todos los cargos. Las elecciones duraban tres días y se votaba en las parroquias y siguiendo sus jurisdicciones, que hasta hace poco se llamaron parroquias. A las 8 de la mañana del primer día se reunía la asamblea electoral en cada iglesia y elegía las autoridades de mesa que recibían los votos hasta las 4 de la tarde del primer día y desde las 9 de la mañana a las 4 de la tarde los dos días subsiguientes. Además, y desde 1853 hasta 1994 el sistema era indirecto: se elegía un colegio electoral que se reunía para elegir al presidente.

En 1853 Alberdi escribió sobre el voto que el sistema electoral es la llave del Gobierno representativo. Elegir es discernir y deliberar. La ignorancia no discierne, busca un tribuno y toma un tirano. La miseria no delibera, se vende. Alejar el sufragio de manos de la ignorancia y la indigencia es asegurar la pureza y el acierto de su ejercicio. Es más conocido lo que decía Domingo Faustino Sarmiento, porque se ha convertido en su frase más emblemática: educar al soberano, convencido de que no habría una democracia fuerte si el pueblo que elegía a sus gobernantes no estaba educado. Es la misma idea de Alberdi: un pueblo ignorante terminaría eligiendo tiranos.

A estas se suma la expresión sepa el pueblo votar que solemos usar sin saber bien de dónde viene. No fue Leandro Alem el que la acuñó y parece que tampoco fue Roque Sáenz Peña, que sí dijo quiera el pueblo votar, más acorde con la idea de la ley del voto universal; es que lo que le preocupaba a Sáenz Peña era facilitar la voluntad de votar de los ciudadanos, ya que el voto cantado alejaba a los que no se atrevían a hacerlo en contra de las autoridades. Sepa el pueblo votar es hoy la expresión más cabal de la necesidad de la educación de los que eligen, para que tengamos una democracia, sana, fuerte y duradera. Hoy estamos igual que en aquellas épocas, necesitando con urgencia años de buena educación que mejoren nuestra democracia.