Benedicto fue enterrado el jueves en la cripta de la Basílica de San Pedro de Roma, donde acompaña los restos de la mayoría de los Papas, desde san Pedro a san Juan Pablo II. Lo curioso es que esta vez un papa enterró a otro papa, cosa que no suele suceder. Sí hay un caso de un papa que fue desenterrado por otro papa, pero esa es otra historia...
Lo de la renuncia de Benedicto XVI también es otra historia. No ocurría desde 1415, cuando Gregorio XII abdicó para terminar con el llamado Cisma de Occidente. Fue una abdicación política y obligada, ya que si no renunciaba lo borraban de la lista. Antes que él, quien renunció, como Ratzinger, por sentirse sin fuerzas para gobernar la Iglesia, fue Celestino V en 1294. Se llamaba Pietro da Morrone y no tuvo una vida fácil después de su renuncia: murió en la cárcel en 1296 y fue canonizado en 1313; sus restos no descansan en San Pedro sino en L'Aquila.
Tanto Joseph Ratzinger como sus predecesores que eligieron el mismo nombre, desde Benedicto I (elegido en 575) hasta Benedicto XV (1914 a 1922), lo tomaron de san Benito de Nursia, el abad que inventó los monjes y los monasterios, muerto en 547; un santo muy popular, patrono de Europa, venerado también por los ortodoxos y protestantes por ser anterior a las grandes divisiones del cristianismo.
En italiano, a san Benito y también al Papa que murió, los llaman Benedetto; en inglés Benedict y en alemán Benedikt. En cambio en francés, en portugués y en catalán, tanto al santo como a Ratzinger les dicen Benoît, Bento y Benet. Lo que nunca entendí es por qué en castellano le decimos Benedicto a Benito XVI y a los otros papas que llevaron ese nombre.
Benito es apócope castellano de bendecido o bendito, el participio de bendecir. Lo mismo pasa con Benoît, Bento y Benet, cercanos a Benito, que tampoco quieren decir estrictamente bendecido, ya que en francés se usa bení, en portugués abençoado y en catalán beneït.
Algunos redichos (esos que se complican cuando hablan) le decían Paulo a Pablo VI, quizá porque se olvidan de que los nombres de los santos, de los papas y de los reyes siempre se traducen. Esos errores se impone en el idioma, como tantas cosas que decimos equivocadas pero terminan siendo aceptadas a fuerza de repetirlas. Pasa también con nombres como Santiago o Isabel, cuyas numerosas variantes ya no asociamos con el original.
No tenía buena prensa el 16º Benito, quizá por su carácter tímido, quizá por su buen gusto, o quizá por su expresión siempre un poco mefistofélica. Pienso que ahora, después de su muerte, empezará a crecer su dimensión como sabio y prudente; no solo por su inteligencia, sus escritos y su firme posición ante los abusos de algunos eclesiásticos, sino también por su humilde renuncia al papado, que ha abierto las puertas a otro modo de medir el tiempo en el gobierno de la Iglesia.