3 de abril de 2022

Semáforos de Posadas


El sábado de la semana pasada se inauguró la mano única en otras dos avenidas de Posadas. Santa Catalina ahora corre de norte a sur, desde Urquiza hacia la terminal de ómnibus y la estación de transferencia de la avenida Quaranta; y Lavalle, al revés, va de sur a norte, desde Quaranta hacia Urquiza. Se está imponiendo un esquema más funcional de tránsito en la ciudad, pero sobre todo más racional. Y no solo eso: los comerciantes, que al principio de quejaban, ahora están bastante más conformes.

Pero la nuevas manos únicas de las avenidas dejan todavía pendientes dos reformas que pueden servir para mejorar toda la circulación de la ciudad, y aclaro que a las dos me he referido otras veces, pero me consta que hay que repetirlas para que al fin alguien caiga en la cuenta y se anime a encararlas. A veces se rechazan las sugerencias solo porque se les ocurrieron a otros, quizá para que esos otros no se adjudiquen los beneficios de los cambios. Lástima, porque es evidente no es un criterio sano para decidir nada.

Las bicisendas de Posadas no son bicisendas: son el antiguo cordón cuneta más un metro de avenida, delimitados por pintura y señalización vertical. Impiden el estacionamiento en uno de los lados, que es lo que sí molesta a los comerciantes que no cuentan con estacionamiento en sus locales. Toda la obra que se ha hecho es pintar ese carril, que es precisamente el que usaban los automovilistas para estacionar. La mitad de la bicisenda es cordón cuneta, casi imposible de transitar en bicicleta, lo que vuelve difícil cruzarse con otro ciclista. Pero además están las alcantarillas, las bajadas de autos que invaden el carril y cantidad de obstáculos que nadie se atrevió a modificar, no se sabe si por desidia o por la urgencia de parecernos a Amsterdam. Solo la avenida Tomás Guido tiene algo parecido una bicisenda de verdad y es el ejemplo de lo que sí hay que hacer. Esa avenida, en forma de paseo, nació como una compensación por la línea de 132.000 voltios que la recorre hacia la estación transformadora de la avenida Centenario. Al ser Tomás Guido doble mano, mantiene, además, los semáforos para ambos lados de circulación, cosa que no ocurre en las avenidas que se han vuelto de una sola mano, aunque sus bicisendas sean de ida y vuelta: en esas, los ciclistas que van a contramano de la circulación de los automóviles, tienen que pasar las bocacalles sin saber si tienen o no tienen el paso liberado por el semáforo. Solución: construir bicisendas de verdad, ponerlas en las avenidas de doble mano, o hacerlas pasar por calles internas y no por las avenidas. Es que, al final, las bicisendas son un obstáculo a la circulación más rápida de las avenidas.

Los semáforos siguen siendo un suplicio en Posadas, sobre todo a quienes por la edad ya no tenemos las articulaciones del cuello tan flexibles como los más jóvenes. Salvo en muy contadas excepciones están antes de la arteria que hay que cruzar, lo que obliga a los conductores de las primeras filas ha hacer contorsiones imposibles para verlos desde el lugar donde hay que detenerse. Hacer contorsiones imposibles o esperar a que uno de los de atrás toque la bocina impaciente cuando deja de mirar el celular y se da cuenta de que la luz del semáforo se puso verde.

Pero hay otro defecto –muy notable y muy aprovechable para los simples mortales que somos objeto de multas peregrinas– que las autoridades municipales deberían tener en cuenta: es imposible probar con fotos la infracción por pasar una semáforo en rojo cuando está antes de la calle que impide cruzar con la luz roja, ya que siempre el conductor podrá alegar que cuando la cruzó no estaba en rojo.

Por pura serendipia, al cambiar las manos de las avenidas y girar los semáforos sin modificar su emplazamiento, ya hay unos cuantos cruces que tienen semáforo del lado que tienen que estar. Pero no es una buena idea dejar que esas cosas ocurran por casualidad.