19 de diciembre de 2021

Capital de la República

Todos los días pienso si la capital no debería estar en un lugar distinto y venirse al norte; ¿no será tiempo de que empecemos a tomar estos desafíos? fue textualmente lo que dijo el presidente Alberto Fernández el martes pasado en la ciudad de Morteros, provincia de Tucumán.

Suena a maniobra de distracción, pero es imposible saberlo y hay que suponer que son palabras genuinas: el presidente piensa todos los días en eso. Lo curioso, y con todo respeto, es que un presidente ande diciendo lo que piensa así como así. Y si fue una maniobra de distracción, le salió bastante bien: los medios opositores le dedicaron horas a decir barbaridades de lo que piensa el presidente y dejaron de dedicarle esas mismas horas a temas más urgentes.


La capital de la República debería ser un territorio federalizado de 240 mil hectáreas, cedidas bajo condición por las provincias de Buenos Aires y Río Negro, que incluye las ciudades de Viedma y Carmen de Patagones y otras localidades menores. Lo dispuso la ley 23.512, sancionada por el Congreso de la Nación el 27 de mayo de 1987. Era presidente Raúl Alfosín, que consiguió la sanción de la ley porque la mayoría estaba de acuerdo con el sustrato básico de la medida: la austeridad del poder. Alfonsín quería desplazar el punto de gravedad del poder hacia el sur, hacia el frío, hacia el desierto despoblado de la Patagonia; pero sobre todo quería refundar la República y aquella era la primera piedra de una Argentina en la que el poder político estuviera lejos del poder fáctico.

Esa ley nunca se aplicó. Carlos Menem anuló la creación del ente que debía ocuparse de su construcción y ordenó la devolución de sus bienes, y ahí quedó la cosa. Pero hay un dato curioso: el 31 de julio de 2009, los diputados misioneros Miguel Iturrieta y Fabiola Bianco presentaron un proyecto de resolución solicitando al Poder Ejecutivo de la Nación que cumpla con lo establecido en la ley 23.512 y traslade la Capital Federal (ya se ve que tampoco prosperó). En 2014 esa ley no se incluyó en el Digesto Jurídico Argentino entre las vigentes, por lo que la derogación quedó implícita.

Aunque no hacía ninguna referencia, la frase del presidente parece provocada por la publicación del proyecto del ahora exsenador Esteban Bullrich, de dividir la provincia de Buenos Aires en cinco nuevas provincias. Otro acto fundacional que cambiaría la Argentina radicalmente, lástima que en este caso huela demasiado a proyecto electoral. Prometo dedicarle la próxima columna a la idea de desmembrar –como a Tupac Amaru– la provincia de Buenos Aires, y anticipo que tampoco parece una mala idea, siempre que en lugar de dividirla, se funden tres, cuatro o cinco nuevas Provincias Unidas del Río de la Plata, con el fin de mejorar la equidad entre los estados que componen la República.

Quizá sea el momento de empezar a estudiar un verdadero reordenamiento geográfico de la Argentina, pensando en un país más equitativo, donde el peso del poder territorial esté mejor distribuido y el poder político se aleje del poder fáctico, como quería Alfonsín, seguramente cansado de las mismas presiones que al final se cargaron su proyecto. Eso no se logrará dividiendo provincias o mudando la capital. Es al revés: ese nuevo ordenamiento debe ser la consecuencia de una verdadera refundación de la Patria.