29 de agosto de 2021
La enseñanza de los carpinchos
La puerta principal de la Casa Botines, en la ciudad de León (España), está coronada por una estatua de san Jorge matando a un yacaré. ¿Cómo que un yacaré, si san Jorge se enfrentó con un feroz dragón para salvar a una doncella en Capadocia? Bueno es que, cuando los españoles llegaron a nuestra América conocían solo por cuentos a los dragones, pero acá se encontraron con los yacarés y seguramente dijeron asombrados: ¿Ah, esto era un dragón?
La Casa Botines es un palacio diseñado por Antonio Gaudí en 1890 para una firma de tejidos de dos empresarios leoneses. Gaudí no representó a san Jorge ecuestre, hincándole a un inmenso dragón alado por su boca humeante la lanza de caballero porque no creía en la leyenda del dragón y la doncella: como buen devoto de sant Jordi, prefirió una imagen realista del patrono de Cataluña. Después de una buena restauración, sigue allí la versión pedestre de san Jorge matando a un yacaré por su lomo y con una chuza, como lo habrá hecho más de un castellano cuando se enfrentó con un dragón lento por estas playas.
Cuando españoles y portugueses llegaron a nuestra América, se encontraron con tigres, leones, dragones y otros animales que nunca habían visto pero sí conocían por sus libros de caballería, o por las historias exageradas de los que volvían de sus viajes por el Nuevo Mundo. Por eso, cuando vieron al yacaré dijeron dragón; cuando se toparon con un puma lo llamaron león; y cuando conocieron al yaguareté le pusieron tigre. Esa es la razón de tanta toponimia con tigres en nuestra América, y ya se ve que había yaguaretés por todo el actual territorio argentino. Dicen que fue un tigre el que se comió a Juan de Garay cuando exploraba el delta del Paraná. Por el Tigre, entró Santiago de Liniers y sus tropas el 4 de agosto de 1806 para reconquistar la ciudad de Buenos Aires, ocupada por los ingleses en la primera invasión. Y en Cabeza de Tigre (Córdoba) fue arcabuceado el mismísimo Liniers por orden de Juan José Castelli el 26 de agosto de 1810.
Resulta que justo viene a ser en el Tigre donde los carpinchos se están reproduciendo como conejos. La noticia ha estado en los medios de Buenos Aires toda la semana, pero también ha llegado al resto de la Argentina y al mundo, porque parece que los vecinos de Nordelta están preocupados por una invasión de carpinchos que no los deja vivir tranquilos y hasta un repartidor de pizzas estropeó su motoneta contra uno que cruzaba distraído una calle del barrio.
Nordelta es un emprendimiento inmobiliario inmenso, una ciudad entera con zonas residenciales de distinto nivel, edificios, departamentos, colegios, centros comerciales, áreas de deportes... pero sobre todo tiene mucha agua, lagunas, canales, embarcaderos... justo lo que más les gusta a los carpinchos, además de las cosas ricas que dejan los vecinos en sus tachos de basura, y comer sus tiernas plantas, y masticar troncos, muelles, puertas, que para algo son el roedor más grande del planeta.
¿Quién son los invasores? ¿Los carpinchos o los vecinos de Nordelta? Si no hay yacarés ni yaguaretés que se los coman y para colmo hay comida más que suficiente, los carpinchos se reproducen a sus anchas; y si no dejamos a los humanos depredar a los carpinchos, resulta que vamos a tener que llamar a los yaguaretés; pero los yaguaretés se comen a los humanos como se lo comieron a Garay...
Los seres humanos somos parte de la naturaleza. Pero además somos los peores depredadores de todo lo que nos rodea, y como buenos depredadores tenemos que convivir con lo que depredamos, porque si se nos termina lo que depredemos, nos depredamos a nosotros mismos. Los carpinchos de Nordelta nos están dando un mensaje para el que hay que parar la oreja: o convivimos con el resto de la naturaleza o nos estamos suicidando en masa.