2 de mayo de 2021

Pfizer

Buscando los motivos por los que no nos estamos aplicando la vacuna Pfizer en la Argentina llego a una conclusión tremenda: no la tenemos porque la empresa Pfizer es más poderosa que la República Argentina.
La historia es incierta porque el gobierno ha sido parco en dar información sobre el caso, probablemente por las contradicciones a las que lo sometió la cruda realidad. Lo que todos sabemos, porque lo dijeron ellos mismos, es que nos habían prometido decenas de millones de vacunas que nunca aparecieron porque el gobierno nacional se negó a conceder lo que Pfizer pedía a cambio. Y lo que pedía a cambio teníamos que buscarlo...

Según los más serios informes de prensa, Pfizer pedía inmunidad casi absoluta para su producto: no tener responsabilidad civil ni penal por ningún hipotético estrago que pudiera causar la vacuna. Pfizer no respondería ni en el caso de su propia negligencia, y la Argentina debía hacerse cargo del pago de todos los juicios que pudieran ocasionar las consecuencias adversas de la vacunación. Las cláusulas del contrato especificaban, además, que el estado argentino debía garantizar esa responsabilidad con sus bienes soberanos. Como es habitual, cualquier controversia debería dirimirse en la jurisdicción de los tribunales de Nueva York, donde Pfizer tiene sus cuarteles generales.

Después de prometer millones de vacunas y ante estas pretensiones de Pfizer, el gobierno argentino se negó a aceptar sus condiciones y nos quedamos sin las vacunas prometidas. Siguió entonces la aventura de conseguir vacunas en Rusia y en China, ya que las otras prometidas por AstraZeneca tuvieron problemas logísticos y siguen sin aparecer. Fue en este escenario que la Sputnik primero, y la Sinovac después, empezaron a llegar con cuentagotas. Hay una pregunta que queda latente: ante la emergencia... ¿no habría sido mejor aceptar las condiciones de Pfizer, traer las vacunas y después enfrentar las consecuencias como lo hemos hecho tantas veces? Al fin y al cabo, las condiciones son como el seguro: solo se cumplen si ocurre el accidente.

El punto está en otro lado. En el poder de las farmacéuticas, capaces de imponer condiciones a países soberanos y ganarles en las negociaciones. Y resulta que ese poder ha aumentado precisamente con la pandemia del Covid 19. Solo en Estados Unidos, hasta septiembre de 2020, quince laboratorios generaron más de 121 mil millones de dólares en valor de mercado. Entre enero y septiembre del año pasado, Pfizer había generado 20.000 millones de dólares de ganancias; Novavax 17.700 millones y Moderna 2.230 millones. La alemana BioNTech incrementó el valor de sus acciones en 88 % y las de la británica AstraZeneca subieron un 20 % en la bolsa de Londres. La firma Pfizer, que fue fundada en Estados Unidos en 1849 por Charles Pfizer, actualmente tiene un patrimonio de 170 mil millones de dólares.

Decía Alain Minc en La nueva edad media que nuestro mundo marcha hacia una época parecida a aquella en la que los caballeros templarios podían imponerse a un rey soberano, el poder estaba en los palacios y en los castillos, pero también y a veces mucho más, en los monasterios o en los bancos. Por momentos mandaba más un prestamista que un duque, un abad más que un rey y un conde más que el emperador.

Así es en todos los negocios, en las relaciones de poder entre países o personas físicas y jurídicas: cuando hay una negociación, siempre será difícil ganarle al más poderoso. Es la razón por la que los países chicos tienen los mejores diplomáticos: los grandes no los necesitan. Pfizer y el gobierno argentino están mostrando esa realidad. Y si seguimos por este camino, quizá la Tercera Guerra Mundial no se libre entre países sino entre laboratorios.