Las fronteras parecían cosa del pasado en el siglo XXI, pero ahora se han potenciado ante la necesidad del confinamiento, que a su vez es resultado de la carencia mundial de recursos médicos ante la sorpresa de este coronavirus. No sabemos todavía cómo serán en la era de la nueva normalidad, pero descuento que la hermandad y la cercanía promoverán una solución por el lado de la integración. Es que, como anticipaba el domingo pasado, no se trata de fomentar la separación sino de convertir la aparente debilidad de nuestra situación geográfica en fortaleza estratégica de primer orden, dada nuestra ubicación en el mapa sudamericano. Lo está diciendo el gobernador de Misiones casi todos los días: para volver simétricas las asimetrías de la frontera no queda otra que igualar las condiciones de Misiones con las de sus vecinos; y para eso son imperiosos los beneficios impositivos de una zona franca que abarque todo el territorio de la provincia.
Pero hay una vuelta más de rosca para darle al asunto. Se podrían integrar los mercados de Posadas y Encarnación bajo las mismas oportunidades comerciales, como si fuera un solo conurbano en el que circulan dos monedas. Esto implicaría englobar en una sola zona franca común a las dos ciudades y trasladar las fronteras aduaneras hacia las periferias de Posadas y Encarnación, de modo que el río que nos separa empiece por fin a unirnos con pase libre entre nosotros. Un esquema que permitiría convivir tranquilos a posadeños y encarnacenos, que para colmo tenemos una historia común y una hermandad incuestionable. Cada uno con su dinero y sus autoridades, pero sin fronteras, como ocurre en muchas ciudades del mundo donde basta con cruzar una calle para cambiar de nación.
Si los controles migratorios y aduaneros para entrar o salir de Encarnación y Posadas estuvieran en tierra firme en lugar de molestar en el puente y en las costas del Paraná, uniríamos los mercados de las dos ciudades en una zona franca internacional con beneficios impositivos que igualen las oportunidades para todos y que atraigan al comercio y a la industria: un gran free-shop a cielo abierto, con actores de los dos países y de más lejos, como ocurre con la amazónica Manaos. Ya tenemos una autoridad común con sede en ambas márgenes y con injerencia decisiva en la urbanización y desarrollo de las dos ciudades: la Entidad Binacional Yacyretá.
Si lo logramos, los que harán cola ya no seremos los posadeños y encarnacenos en el puente sino los que lleguen a ambas ciudades, a comprar cantidad de mercaderías que hoy ni pensamos vender por falta de compradores.