Dos semanas después de aquel 20 de marzo nos enteramos de que esto iba a durar un poco más, que al final no fue tan poco... tanto como para hartarnos y que la cuarentena terminara con nuestra paciencia antes de tiempo. Era imposible entonces –y también ahora– medir lo que iba a pasar con el coronavirus en cada rincón de nuestro país. Tan imposible que empezamos a hablar de la nueva normalidad como si a partir de esta pandemia muchos hábitos de nuestro comportamiento colectivo cambiarían para siempre. Cuando esto se termine quizá dejemos de darnos besitos mafiosos entre varones y de compartir el mate, pero lo que no sabemos todavía es cómo encarar lo más contagioso de todo, que son las reuniones de muchas personas en locales cerrados...
Ante la necesidad de dar clases, atender las preguntas de los alumnos, tomar exámenes y hasta graduarse a distancia, surgió la pregunta que dio origen a la serie de artículos sobre la naturaleza de la universidad, que por las dudas le recuerdo que no tiene nada que ver con docentes que enseñan y alumnos que la aprenden, sea en modo presencial o a distancia. La universidad es la reunión de maestros y discípulos, el lugar donde todos estudian, empezando por los que enseñan. Y de paso le recuerdo que la universidad a distancia existe mucho antes de que existiera la tecnología que ahora nos permite algo bastante parecido a una clase presencial.
Casi todas las grandes revoluciones del pensamiento nacieron en las universidades. Bastaría con citar la demostración del heliocentrismo de Nicolás Copérnico en la Universidad de Bolonia o la Reforma de Martín Lutero en la de Wittenberg. Entre nosotros hay algunos breves reflejos de la universidad en la que todos estudian; el más notable por su impacto en la opinión pública es el informe mensual de pobreza que no emiten ni el Indec ni ninguna empresa de estadísticas sino la Universidad Católica Argentina.
En la carrera para encontrar la vacuna contra el coronavirus no van ganado los laboratorios sino las universidades. Esta semana han sido noticia por los resultados alentadores las pruebas realizadas en las universidades británicas de Oxford y de Birmingham y en el Imperial College de Londres; a esas se suma la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (USA) por dar todos los días los datos más seguros del avance o retroceso de la peste en todo el mundo. Todas ellas son de corte medieval, por tanto no contaminadas por el espíritu profesionalista de Bonaparte que influyó decididamente en nuestro modelo de universidad.