24 de mayo de 2020
La nueva normalidad
Debo suponer que el gobernador de Buenos Aires no pensó lo que estaba diciendo cuando esta semana soltó que la normalidad no existe más. Seguro que quiso decir que ya no será la misma, porque la normalidad existirá siempre, igual que la anormalidad. Puede cambiar, eso sí, y lo que es normal hoy quizá deje de serlo mañana, y lo que es anormal ahora se puede volver normal la semana que viene.
Van algunas ocurrencias sobre esta nueva normalidad:
-Ya no habrá besitos menemistas. Confieso que los que más me molestaban son los que se daban los porteños entre hombres maduros; por ejemplo dos sindicalistas pesados cuando se encontraban en la puerta de la CGT; o dos policías barrigones al llegar a la comisaría 17ª.
-Dejaremos de tocarnos y saludaremos solo agitando la mano, como los bebitos.
-Cada uno con su mate: por fin nadie se quejará de la temperatura del agua, de la yerba, del remedio, de lo corta que quedó la cebada o porque lo saltearon en la ronda...
-Compraremos casi todo on-line, pero eso supone otras dos novedades: el pago por medios también on-line (ya existe en la Argentina) y la devolución de lo que no nos queda bien, de lo que no nos gusta o nos arrepentimos de comprar (estamos muy lejos todavía).
-Pueden terminarse los autoservicios, ya que eso de tocar la mercadería será mal visto por todos. El pago se hará sin tocar plata y se acabó la firma inútil de los tickets de las tarjetas.
-Los malls y los shoppings parecerán Chernobyl. Vuelven el antiguo mercado al aire libre que dio ágora a las ciudades y nombres a tiendas, plazas y bancos.
-Se terminarán los geriátricos tal como los conocemos, y quizá también las guarderías.
-Las casas deberán ser más grandes, para alojar a los niños y a los viejos. Es bastante más barato tener una casa un poquito más grande y que los abuelos se ocupen de los nietos cuando no están los padres, que pagar baby-sitter, la cuota del geriátrico, de la guardería y cantidad de estupideces que hacíamos hasta ahora para sentirnos independientes.
-Saldrá la AUP (Asignación Universal para Padres). Tenemos para los hijos, pero no para los padres que dependen de nosotros y que son tanto o más necesitados que los niños.
-No usaremos dentro de las casas el mismo calzado con que anduvimos por la calle.
-Habrá cada vez más descartables: vajilla, cubiertos, repasadores, toallas, botellas...
-Al banco no iremos nunca más. Ahora descubrimos que todo se podía hacer a distancia (esta semana me ofrecieron una cuenta y dos tarjetas sin firmar nada de nada).
-Estaremos más sanos. Los médicos son los héroes del momento, pero por estar concentrados en la pandemia y sus pacientes imposibilitados de salir, nos hemos enfermando mucho menos. Al final puede ser verdad eso que algunos sospechamos hace tiempo: lo que más enferma es ir al médico.
-En las iglesias se complican la comunión, el agua bendita y andar toqueteando y besando a la gente y a las estatuas.
-El fútbol puede dejar de ser un espectáculo y volver a ser un deporte de caballeros. Ganan los deportes en los que la gente no se toca, por eso son un problema los que se juegan en equipo y los que usan implementos que todos tocan: se puede jugar al tenis, pero hay que usar 400 tubos de pelotas por partido... El golf gana lejos entre los deportes del futuro.
-Las mascotas tendrán que adaptarse a las nuevas medidas: no puede ser que nosotros nos cuidemos y después andemos acariciando perros y gatos que quién sabe qué anduvieron haciendo por ahí.