Un día de los años 80 me llamó por teléfono. Dijo que estaba investigando para la revista Humor un largo reportaje sobre un tema en el que me involucraba.
Sabía quién era, así que no me afeité durante varios días y fui a verlo con pinta de homeless a un tugurio en la calle Venezuela de Buenos Aires que en la puerta tenía mal pegado un cartel de cartón con el logo de la revista. Casi no me preguntó nada, sólo me insistió en que llevaba gastados unos 10.000 dólares en esa investigación y que había encontrado algunas cosillas duras que saldrían en la nota. Sostenía que una institución educativa explotaba mujeres con el pretexto de dar instrucción a chicas del interior de la Argentina y aseguraba que tenía pruebas contundentes.
Una mentira asquerosa.
Se lo dije.
Y también que no le compraba esa mierda.
La nota nunca salió en ningún sitio.
Después me enteré -por él mismo- que ese día había disfrazado su cueva de revista Humor y que no se esperaba nada de lo que pasó en nuestro encuentro. Con el tiempo terminamos más o menos amigos. Hasta me pidió trabajo alguna vez que andaba puado.
Me acabo de enterar de su muerte, que lamento de verdad.
Como Carlos Correa, Héctor Ruiz Núñez también curtía de periodista, pero en este caso su interés no era la política...