El 14 de diciembre de 1911 llegó al Polo Sur la expedición de Roald Amundsen. Y el 17 de enero lo logró Robert Falcon Scott, que se encontró con los saludos de Amundsen. Él y sus muchachos (cinco en total) murieron cuando volvían. Sus restos aparecieron en septiembre de 1912. Entre sus pertenencias encontraron el diario de la expedición y hasta fotos con la constancia de su llegada al polo, donde se toparon con la bandera noruega como testimonio de la conquista de Amundsen.
Dicen que fueron los perros groenlandeses de Amundsen los
que le ganaron la carrera a los caballos mongoles de Scott y además les
permitieron contar la historia. Algunos detractores de la cultura inglesa
sostienen que la expedición de Scott prefirió morir a comerse los caballos,
mientras que el grupo de Amundsen -noruego- había calculado alimentarse durante
la vuelta, ellos y sus perros, de carne de los mismos perros (hay quienes dicen
que perro no come perro para justificar que los periodistas no hablamos de
otros periodistas). Muy inteligente Amundsen, ya que había previsto que a
medida que avanzaba la expedición y se agotaban las provisiones, también
necesitarían menos perros para halarse.
No es la única historia de este estilo, ni será –espero- la última. Pero acaba de pasar sin mucho interés el centenario de esta carrera épica entre dos audaces conquistadores. Ellos lo hicieron por la gloria de ser los primeros en llegar el Polo Sur. Quizá ya casi no nos sorprende que haya gente de acero en el mundo que nos toca vivir. Nosotros llegamos por Internet al Polo, a la Luna y al fondo del mar, sin necesidad de coraje, ni audacia ni valentía. Y la gloria es apenas una palabra relacionada con el fútbol y sus mafias. Hoy somos todo y hacemos todo desde un Cyber Café o apoltronados en un buen sillón, con el mando de la Play-Station en nuestras manos. Justo cuando el mundo necesita -cada día con más urgencia- de la audacia y la valentía de Amundsen y Scott.
Necesitamos gente con los mismos genes que Roald Amundesn y
Robert Falcon Scott. Los necesitamos para dirigir nuestros países, para
terminar con la corrupción, para vencer la desidia de los tibios y las tiranías
de los voraces, para controlar el cumplimiento de las leyes, para buscar la
gloria de nuestras naciones como la buscaron y la encontraron nuestros
próceres. Necesitamos esa audacia para las fuerzas armadas, pero también para
la industria y el comercio. Y, por supuesto, hace falta para los funcionarios
públicos, hasta el último empleado del estado. Y la necesitan la Iglesia y a
las religiones para oponerse a los vicios y llevarnos al cielo. Y los
profesores y los estudiantes. Y también la necesitamos los periodistas como el
aire para respirar. Amundsen y
Scott podrían haber sido directores de diarios. Lástima que se fueran al Polo…