Era un mestizo con nariz de águila y facha de jujeño o boliviano, pero hablaba bien porteño. Me ofreció -en Lavalle y Suipacha y a las diez de la mañana- un volantito con una chica mostrando sus tetas exuberantes.
Esta vez no me hice el desentendido: le dije que no me gustaba su trabajo para un traficante de personas.
-¿Tenés alguien que pague 130 pesos por día? me preguntó confianzudo y agregó: volanteo de día y soy portero de noche; trabajo las 24 horas.
-Pero te paga un traficante de personas... lo interrumpí moralista y con cara de Stieg Larson.
-No señor: a mi me paga la chica.
-¿Es esa? le pregunte mientras señalaba con el mentón su volante.
-¡Noooo! Estas son de internet.